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jueves, 9 de abril de 2020

"El que come de este pan, vivirá para siempre"


En el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo.Amén.

¿Tienes dudas de quién es este que se muestra ante ti?. Él fue llamado por sus contemporáneos: maestro, rabí, profeta, anticristo. Nosotros le llamamos Jesús el Hijo de Dios o el Hijo del hombre. Pero, a pesar de su realeza como hijo de Dios, aprendió a soportar  –como hombre que era a todos los efectos- los envites que la vida le presentaba. “Padre aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Este que está ante ti es el mayor signo sacramental que una persona puede ofrecer a otra por amor; y Jesús se puso en manos de Dios y gritó “hágase tu voluntad”.

La voluntad de Dios no es la cruz ni la muerte ni el sufrimiento. La voluntad de Dios es que el hombre viva y tenga vida en abundancia. Vamos a acercaros al monte de los olivos donde Jesús se hace ofrenda, donde Jesús, confiando en el Padre, arriesga su vida. Todo está en juego. Su grito es “hágase tu voluntad”, su actitud será...”Padre, me fío de ti”.
Vamos a Getsemaní a acompañar a Jesús que hoy sigue diciendo “Padre, me fío de ti”; vamos a abrir los ojos a quienes están hoy en Getsemaní y se debaten entre la confianza y la decepción, entre la esperanza y la desilusión, entre el sueño de justicia y la realidad tantas veces injustificable. Y en Getsemaní también están los que pasan hambre y sólo esperan un plato de comida, los que sufren la violencia y sólo sueñan en un día de paz, quienes han perdido el norte de su vida y sólo esperan una señal que aporte una dirección a su existencia.

Vamos a Getsemaní a acompañar a Jesús. Vamos a Getsemaní a acompañar a los que aun hoy sufren con la cruz, que es su cruz particular.
Himno.

Tu reino, Señor, se hace presente
cuando se fomenta la justicia y es respetada la libertad.

Cuando todos somos hijos tuyos, los sueños se deletrean:
Amistad, hermanos, paciencia, caridad.

Tu reinado, Señor, viene a nosotros siempre que el pueblo dispone
de sustento, vivienda, trabajo y sanidad.

Tú nos enseñas, por Jesús, a vivir con dignidad la vida y a festejarla en la fraternidad.

En tu reino, Señor, no caben privilegios de quienes se creen el fruto de la espiga en honor y dignidad.

Eres un Dios vivo, enemigo de los ídolos humanos, y no hay mayor cansancio que el tuyo.


El reino que predicaste llega casi de puntillas, se revela y está escondido.

Es simiente que se esparce por los campos y levadura que fermenta entre la masa, luz que muestra el horizonte a los perdidos.
Fotografías: Juan Benavente.

El Reino de Dios, según los evangelios, es un banquete de bodas, un adviento de ternura que reparte los panes en las manos frágiles de los que gozan detrás del corazón.

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