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jueves, 9 de abril de 2020

JUEVES SANTO - MEDITACIÓN

Hoy, Jueves Santo comienza el Triduo Pascual, se conmemora la Institución de La Eucaristía como el regalo de Amor, también se conmemora la Institución de uno de los Sacramentos de entrega y abandono total al Señor: el Sacramento de La Orden Sacerdotal y La Vida de Servicio a los demás. 

Os dejamos la reflexión escrita por Diego Espino uno de los fieles de nuestra parroquia y hermano de la Hermandad de Los Gitanos,  sobre la importancia de estos días.


Hoy comienza el Triduo Pascual la celebración más importante y el eje en la Fe de los cristianos, en estos tres días, pasamos desde la Institución del Sacerdocio y la Eucaristía a la Pasión, Muerte y resurrección de Cristo. El que es Luz del mundo, se hace presente y da cumplimento al mandado de Dios en su Hijo para salvar a toda la humanidad. En estos tres días Jesucristo muestra todo su poder desde su hijo con un amor infinito a la humanidad y asumiendo todos sus pecados y atrocidades restaurando de una vez para siempre el pecado original. 

Al caer la tarde, en una cena de despedida, Jesús vuelca toda la ternura de su corazón entre abrazos y miradas cómplices, preludio y signo de un futuro nuevo lleno de esperanza. Última cena en víspera de la Pascua judía con mantel y mesa compartida al calor de la amistad, con olor a pan y sabor a vino recordándonos que ahí está Èl de forma diferente para alimentar sueños que permiten acariciar nuevos amaneceres. Hoy, somos invitados a una *COMIDA FRATERNA...* para compartir un Pan diferente. Compartir la mesa es compartir la vida!. El Maestro se nos acerca como el hermano que sirve y nos lava los pies demostrándonos su amor hasta el extremo; gestos y palabras que originan nuestra misión en el mundo: identificarnos con ÈL haciendo creíble el mensaje predicado con su propia vida. 

Hoy en el Jueves Santo: “los amó hasta el extremo”. Ayer era el día de la traición de Judas o también llamado "miércoles de traición". Hoy contemplamos un hombre que nos ama con locura y hasta el extremo en la eucaristía, un deseo de estar con sus discípulos y por consiguiente con todos nosotros todos los días en nuestras vidas. Jesús les pidió a los Apóstoles: “Esto es mi cuerpo; esta es mi sangre”. Y otorgó a la Iglesia el medio para llevar por toda la humanidad su mensaje de paz, amor y esperanza para los hombres y así instauro la Eucaristía diciendo : “Haced esto”, y con ese gesto convirtió a todos los Apóstoles en sacerdotes y así también el sacerdocio ministerial. Dos grandes obras de amor a los hombres y obras divinas que cimientan y permiten a Cristo estar presente en medio de los hombres.

El cenáculo de Jerusalén podríamos definirlo como la estancia más entrañable del universo, porque es el lugar del corazón de Dios. Esta tarde Jesús, con los más allegados, les va a abrir su alma como en ningún otro momento: el evangelista san Juan dedica la friolera de cinco capítulos a ese testamento que quiere dejarles el Maestro antes de padecer. Allí está el culmen de esos tres años de vida pública, el desarrollo de sus enseñanzas más profundas, sus intenciones más hermosas y divinas, sus promesas más importantes, el mandato del amor y la institución de los sacramentos de la eucaristía y el sacerdocio. Todo llega a su término y nada debe quedarse en el tintero.

En el cenáculo revela la plenitud de la nueva vida que nos trae: el amor perfecto, que es el que brota de su Corazón. Unos versículos más adelante del mismo capítulo 13, de donde está tomado el evangelio, el Señor revela el mandamiento nuevo: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros“. La nueva medida es un Corazón perfectamente humano y, a la vez, perfectamente divino que nos ama hasta el extremo. De ahí brota el gran don para la humanidad que es el Amor de Dios manifestado en Jesús, el tesoro inagotable que, abierto en la cruz, se convierte para todos los pecadores en la fuente de agua viva de la que beber una misericordia sanadora que da la vida eterna. Recostemos como San Juan nuestra cabeza en el pecho del Señor para escuchar sus latidos.    

En ese mismo lugar, se reunirán los apóstoles atemorizados tras la muerte del Señor; allí le verán por primera vez resucitado; será en el cenáculo donde recibirán el Espíritu Santo, estando reunidos con María, la Madre de Jesús. ¿No es el lugar más entrañable? Nuestro lugar de oración ha de ser siempre el cenáculo: allí comprenderemos, de la mano de María, la cruz y la resurrección en la comunión de la Iglesia.

Estos días se está hablando mucho de la comunión espiritual. Creo que puedes  aprovechar las circunstancias actuales para profundizar en esto y aprender a vivir en comunión con Él desde las mismas entrañas de tu alma. ¡Verás cómo será la próxima vez que puedas comulgar y estar un rato de adoración ante Él…! 
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

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