A finales del siglo XII o principio del XIII nacía en el
monte Carmelo, de Palestina, la Orden de los Carmelitas. Pronto se vieron
obligados a emigrar a Occidente. En Europa, tampoco fueron muy bien recibidos
por todos. Por ello el Superior General de la Orden, San Simón Stock, suplicaba
con insistencia la ayuda de la Santísima Virgen con esta oración:
Flor del Carmelo
viña florida
esplendor del Cielo
Virgen fecunda
¡Oh madre tierna!
intacta de hombre
a los carmelitas
proteja tu nombre
(da privilegios)
Estrella del mar.
En 1251, la Bienaventurada Virgen María, acompañada de una
multitud de ángeles, se apareció a San Simón Stock, General de los Carmelitas,
con el escapulario de la Orden en sus manos, y le dijo: "Tú y todos los
Carmelitas tendréis el privilegio, que quien muera con él no padecerá el fuego
eterno"; es decir, quien muera con él, se salvará.
Este relato lo encontramos ya en un santoral de fines del
siglo XIV, que sin duda lo toma de códices más antiguos. En el mismo siglo XIII
Guillermo de Sandwich O.C. menciona en su "Crónica", la aparición de
la Virgen a San Simón Stock prometiéndole la ayuda del Papa.
La promesa del escapulario es de tal trascendencia, que
precisamente por ello suscitó fuerte oposición.
En el altar mayor de nuestro templo, a los pies de la Virgen
del Carmen, se encontraba el santo, recibiendo de las manos de nuestra Madre su
Santo Escapulario. San Simón Stock fue perdido por los avatares de la guerra.
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