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jueves, 30 de abril de 2020
AVISO PARROQUIAL
domingo, 26 de abril de 2020
DÍA DEL SEÑOR
“Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos”. Lo que le hace a alguien ser “grande” es estar enamorado de Jesucristo. Ese es el testigo que debemos recoger de los Apóstoles: enamorarnos de Jesús. Si somos capaces de descubrir la ternura de Dios en nuestra vida, ninguna otra cosa nos hará más felices: “me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua”. Él nunca nos dejará solos… y nosotros nunca lo abandonaremos.
Por eso, no podemos perder la memoria de la historia … la de aquí y ahora (aunque sea en estas circunstancias tan dolorosas) … “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Así relataban los discípulos de Emaús su encuentro con Jesús Resucitado, y así hicieron memoria de Aquel que les manifestó su gloria. No sólo son cosas que no se olvidan, sino que han de permanecer en el alma …y que otros participen de nuestra alegría.
Decía hace años el cardenal Ratzinger: “El limite del mal queda vencido con la misericordia de Dios”. Esa fue la experiencia de la Virgen María. Nos aferramos a su mano, yendo juntos a construir la historia de los hijos de Dios…
jueves, 23 de abril de 2020
COLUMBARIOS PARROQUIALES
domingo, 19 de abril de 2020
DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
En el domingo de la Divina Misericordia, el cardenal Carlos Osoro ha recordado que «el Dios en quien creemos os quiere a todos y sin condiciones». Según ha detallado, «no sé acerca a ti ni a mí por lo que valgamos, […] es un Dios que cuenta con nuestras miserias y nos libera de nuestras miserias, llenándonos de su misericordia y de su amor» y eso provoca «alegría».
Con la vista puesta especialmente en aquellos a quienes la pandemia del coronavirus ha golpeado directamente e incluso han perdido a seres queridos, el arzobispo de Madrid ha pedido a todos los madrileños que seguían la celebración por Telemadrid que experimenten alegría porque «el Señor nunca nos abandona».
Aludiendo al Evangelio proclamado, ha reconocido que «hoy estamos en el anochecer y a veces en la oscuridad», pero, «como en aquel momento se hizo presente en aquella casa en la que los discípulos tenían las puertas cerradas por miedo» y «estaban traumatizados» por su muerte, «Jesús resucitado atraviesa esas puertas», «hoy entra en tu vida, en tu corazón». «Abrid vuestra vida. Dejad entrar a Jesús. Es camino de libertad, es camino de liberación, es camino creador de perdón para ti y para que lo regales a los demás», ha aseverado.
Frente a la «fe puramente racionalista» de Tomás, el purpurado ha animado a ver cómo se manifiesta la «solidaridad de la Resurrección» en tantos lugares del mundo y donde están «las miserias más grandes». «Sigue habiendo hombres y mujeres que perseveran en la enseñanza de los apóstoles, […] que viven la comunión con Cristo» y, precisamente por ello, «con todos los hombres», ha subrayado en otro momento, aludiendo a su reciente invitación a las familias a ayudar a otros a su alrededor.
«Os invito a que digáis: “Señor mío y Dios mío”. Y Jesús te dirá, “bienaventurado porque has creído” y verás cosas mayores», ha concluido el cardenal Osoro
En el siguiente enlace os dejamos la celebración de la Eucaristía del Santo Padre de esta mañana:
https://www.youtube.com/watch?v=S-ZeKj1bb9M
viernes, 17 de abril de 2020
FESTIVIDAD DE LA BEATA MARÍA ANA DE JESÚS
María Ana Navarro Romero, hoy conocida como Beata María Ana de Jesús, nació en Madrid el 17 de enero de 1565 en el seno de una familia numerosa, relacionada con la corte del rey Felipe II, donde su padre servía como peletero.
A los 23 años, María Ana (Marianita, como la llamaban en casa), rompe su relación de noviazgo para abrazar la vida religiosa, lo que provocó una fuerte reacción en su padre (vuelto a casar en segundas nupcias), su madrastra y otros familiares. Se dice que ante las presiones que recibió se cortó el pelo y hasta llegó a desfigurarse la cara con el fin de verse rechazada por su prometido. Puede que las secuelas dejadas en el rostro por la máscara mortuoria que le realizaría años más tarde el maestro Carducho animaran esta leyenda.
Su proceso de madurez es acompañado por varios directores espirituales, entre los que destaca el mercedario P. Juan Bautista del Stmo. Sacramento, testigo de su devoción a la Virgen y de su amor a la Eucarístía, y también de los distintos momentos de enfermedad por los que pasó. María Ana puso su morada en una pequeña casa, vecina al convento de los mercedarios descalzos, donde pasó varios años dedicada a la oración y la penitencia, así como al servicio a los pobres y necesitados de la ciudad. En 1613 fue recibida como terciaria en la Orden de la Merced, por fray Felipe Guimerán, Maestro General de la Orden. La fama de sus virtudes, experiencias místicas y milagros se extendieron rápidamente por Madrid. Su muerte se produjo a los 59 años, con gran fama de santidad, el 17 de abril de 1624 en Madrid (de ahí que su fiesta se celebre el 17 de abril). Ese año se inició el proceso canónico de la beatificación, alentado por el pueblo, la nobleza y el mismo rey Felipe IV, gran devoto suyo.
En 1627 se abrió su sepultura comprobándose que el cuerpo se encontraba intacto, los miembros flexibles, y que exhalaba una agradable fragancia. Solamente el rostro se encontraba un tanto desfigurado debido a las manipulaciones que se habían hecho para obtener la mascarilla mortuoria. Inspecciones médicas posteriores han ido corroborado su incorruptibilidad.
Una muestra del afecto y devoción por “la santa”, es la colocación de su escultura en 1636, en la antigua Puerta de Alcalá, que se perdió tras ser derribada en 1764, para construir la actual. El 18 de enero de 1783 fue declarada beata por el papa Pío VI, lo que motivó al Ayuntamiento de Madrid a declararla copatrona de la ciudad, junto con san Isidro Labrador. El cuerpo incorrupto de la Beata se venera actualmente en la iglesia del Convento de don Juan de Alarcón de Madrid, en el sepulcro regalado por la reina Isabel II. La escultura que preside el presbiterio de nuestra parroquia es obra de Juan Pascual Mena, y fue donada por las MM Mercedarias de Alarcón.
Tras el proceso diocesano de canonización, su causa se encuentra en Roma, última fase del estudio para que pueda ser declarada santa, como así lo esperamos pronto, si Dios quiere.
http://www.bmajesus.es/content/biograf%C3%ADa-de-la-beata-mar%C3%ADa-ana-de-jes%C3%BAs
sábado, 11 de abril de 2020
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2020
«Pasado el sábado» (Mt 28,1) las mujeres fueron al sepulcro. Así comenzaba el evangelio de esta Vigilia santa, con el sábado. Es el día del Triduo pascual que más descuidamos, ansiosos por pasar de la cruz del viernes al aleluya del domingo. Sin embargo, este año percibimos más que nunca el sábado santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido. Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el Maestro? Y después, la inquietud por el futuro, quedaba todo por reconstruir. La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura.
Pero en esta situación las mujeres no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad. Realizaron algo sencillo y extraordinario: prepararon en sus casas los perfumes para el cuerpo de Jesús. No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado, rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia. Jesús, como semilla en la tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres, con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza. Cuántas personas, en los días tristes que vivimos, han hecho y hacen como aquellas mujeres: esparcen semillas de esperanza. Con pequeños gestos de atención, de afecto, de oración.
Al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro. Allí, el ángel les dijo: «Vosotras, no temáis […]. No está aquí: ¡ha resucitado!» (vv. 5-6). Ante una tumba escucharon palabras de vida… Y después encontraron a Jesús, el autor de la esperanza, que confirmó el anuncio y les dijo: «No temáis» (v. 10). No temáis, no tengáis miedo: He aquí el anuncio de la esperanza. Que es también para nosotros, hoy. Son las palabras que Dios nos repite en la noche que estamos atravesando.
En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos: Todo irá bien, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo. Pero, con el pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida puede evaporarse. La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida.
El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra. Él, que quitó la roca de la entrada de la tumba, puede remover las piedras que sellan el corazón. Por eso, no cedamos a la resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra. Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte. Su luz iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida. Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido.
Ánimo: es una palabra que, en el Evangelio, está siempre en labios de Jesús. Una sola vez la pronuncian otros, para decir a un necesitado: «Ánimo, levántate, que [Jesús] te llama» (Mc 10,49). Es Él, el Resucitado, el que nos levanta a nosotros que estamos necesitados. Si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: «Ánimo”. Pero tú podrías decir, como don Abundio: «El valor no se lo puede otorgar uno mismo» (A. MANZONI, Los Novios (I Promessi Sposi), XXV). No te lo puedes dar, pero lo puedes recibir como don. Basta abrir el corazón en la oración, basta levantar un poco esa piedra puesta en la entrada de tu corazón para dejar entrar la luz de Jesús. Basta invitarlo: “Ven, Jesús, en medio de mis miedos, y dime también: Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados. Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes.
Este es el anuncio pascual; un anuncio de esperanza que tiene una segunda parte: el envío. «Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea» (Mt 28,10), dice Jesús. «Va por delante de vosotros a Galilea» (v. 7), dice el ángel. El Señor nos precede. Es hermoso saber que camina delante de nosotros, que visitó nuestra vida y nuestra muerte para precedernos en Galilea; es decir, el lugar que para Él y para sus discípulos evocaba la vida cotidiana, la familia, el trabajo. Jesús desea que llevemos la esperanza allí, a la vida de cada día. Pero para los discípulos, Galilea era también el lugar de los recuerdos, sobre todo de la primera llamada. Volver a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios. Necesitamos retomar el camino, recordando que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita. Este es el punto de partida siempre, sobre todo en las crisis y en los tiempos de prueba.
Pero hay más. Galilea era la región más alejada de Jerusalén, el lugar donde se encontraban en ese momento. Y no sólo geográficamente: Galilea era el sitio más distante de la sacralidad de la Ciudad santa. Era una zona poblada por gentes distintas que practicaban varios cultos, era la «Galilea de los gentiles» (Mt 4,15). Jesús los envió allí, les pidió que comenzaran de nuevo desde allí. ¿Qué nos dice esto? Que el anuncio de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos. Porque todos necesitan ser reconfortados y, si no lo hacemos nosotros, que hemos palpado con nuestras manos «el Verbo de la vida» (1 Jn 1,1), ¿quién lo hará? Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario.
Al final, las mujeres «abrazaron los pies» de Jesús (Mt 28,9), aquellos pies que habían hecho un largo camino para venir a nuestro encuentro, incluso entrando y saliendo del sepulcro. Abrazaron los pies que pisaron la muerte y abrieron el camino de la esperanza. Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida.
viernes, 10 de abril de 2020
VIA CRUCIS VIERNES SANTO
1.- Jesús es condenado a muerte
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Mi buen Jesús, te han condenado a muerte. ¿Estás triste? ¿ Estás asustado?
En tu lugar yo me sentiría así. Yo quiero quedarme junto a ti para que no te sientas sólo.
Ayúdame, Jesús, a tener fuerzas para quedarme junto a ti.
2.- Jesús es cargado con la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús mío, te han cargado con la cruz. La veo muy grande y seguramente te pesa mucho. Yo quiero ayudarte.
Dios mío, ayúdame a portarme muy bien y así ayudar a Jesús, tu Hijo, para que la cruz le pese un poco menos este Viernes Santo.
3.- Jesús cae por primera vez
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te has lastimado, mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Yo quiero seguir contigo.
Dios mío, dame fuerzas para levantarme cuando me caiga y así seguir adelante, como lo hizo Jesús.
4.- Jesús encuentra a María.
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
María, ves pasar a tu Hijo y te duele mucho verlo así. Te duele más que a todos nosotros. Pero tú confías en Dios y Él te hace fuerte y mantiene viva tu esperanza en la resurrección.
María, déjame estar contigo acompañándote y ayúdame a parecerme cada día más a ti.
5.- Jesús es ayudado por el Cireneo
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
El Cireneo te ayuda a cargar la cruz. Yo también quiero ayudarte cada vez que te vea cansado.
Dios mío, ayúdame a ser generoso y servicial. En mi casa, en la escuela y en todo lugar para así parecerme al Cireneo y ayudar a tu Hijo a cargar la cruz.
6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Una mujer se ha acercado a ti, mi buen Jesús y te ha limpiado la cara. Tú la miras con mucho amor. Así quieres que tratemos a nuestros semejantes.
Dios mío, así como la Verónica se acercó con tu Hijo, yo también quiero hacerlo con mis hermanos.
7.- Jesús cae por segunda vez
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Otra vez te has caído, mi buen Jesús. Es que el camino es muy largo y difícil. Pero nuevamente tú te has levantado. Tú sabes que es necesario levantarse y seguir adelante hasta el final.
Jesús, ayúdame a levantarme igual que tú, para poder seguir adelante en mi camino hacia ti.
8.- Jesús consuela a las santas mujeres
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Hay unas mujeres en el camino del calvario y tú te has detenido a saludarlas. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de recibirlo. Quieres darles la esperanza de la Resurrección.
Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.
9.- Jesús cae por tercera vez
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Y una vez más te has levantado. Tú sabes que es necesario llegar hasta el final para así poder salvarnos del pecado.
Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Ayúdame a mí a levantarme cada vez que me caiga.
10.- Jesús es despojado de sus vestidura
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Mi buen Jesús. Te quitan la única túnica que tienes y los soldados la juegan a los dados. Vas a morir pobre, como también naciste pobre. Pero tú nos dijiste una vez que tu Reino no es de éste mundo, y son las puertas del cielo las que quieres abrir para nosotros.
Gracias, mi buen Jesús, gracias por querer salvarme.
11.- Jesús es clavado en la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Has llegado a la parte alta del monte, mi buen Jesús. Y te clavaron en la cruz como si fueras el peor de los ladrones. Pero tú sabes perdonar a quienes lo hicieron. Y también nos perdonas nuestras faltas.
Jesús mío, también perdóname a mí. Yo te quiero mucho y no me gusta verte así.
12.- Jesús muere la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Mi buen Jesús, viniste al mundo a salvarnos y ahora lo has logrado. Con tu muerte en la cruz, con tu obediencia a tu Padre nos has abierto las puertas del cielo.
Gracias, mi buen Jesús, gracias. Ahora ayúdame para que yo me gane el Cielo.
13.- Jesús es bajado de la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
María, tu Madre, te detiene entre sus brazos. Está muy triste, pero sigue confiando en Dios. Ella sabe que este no es el final.
María, tú te convertiste en mi Madre desde la cruz. Jesús nos ha querido hacer ese regalo.Ayúdame a estar muy cerca de ti y de tu hijo toda mi vida.
14.- Jesús es colocado en el sepulcro
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Ahora todo ha terminado. La gente vuelve a su casa. Pero a nosotros nos queda la esperanza de la resurrección.
Sabemos que tú vivirás siempre. En el Cielo, en el Sagrario y también en nuestro corazón.
Ayúdame, mi buen Jesús, ayúdame a resucitar contigo cada día, y a vivir con la alegría de la resurrección.
jueves, 9 de abril de 2020
"El que come de este pan, vivirá para siempre"
JUEVES SANTO - MEDITACIÓN
miércoles, 8 de abril de 2020
MIÉRCOLES SANTO
martes, 7 de abril de 2020
RECURSOS PARA SEMANA SANTA
lunes, 6 de abril de 2020
RETRANSMISIÓN DE LAS CELEBRACIONES DE SEMANA SANTA 2020
domingo, 5 de abril de 2020
DOMINGO DE RAMOS COFRADE
Por la tarde, habría pasado y visitado nuestra parroquia la Hermandad de la Borriquita, de dicho paso por nuestra puerta os dejamos unos videos para poder disfrutar un poco de nuestra Semana Santa.
https://youtu.be/NC0xV423ky8
https://youtu.be/6eK-WEeCqWY
DOMINGO DE RAMOS
Esta celebración, alegre y festiva, nos convoca en este día en el que, Jesús, entra por las calles y plazas de nuestra ciudad. Con ella festejamos aquella primera entrada de Cristo en Jerusalén.
¡Alcemos nuestras ramas desde nuestras casas! Jesús es nuestro Señor
¡Levantemos nuestros olivos! El Señor es nuestro Rey
Todo se cumple hoy en Jesús. Va camino de la cruz para traernos la salvación. Expresemos con esta procesión la alegría y el triunfo de la vida sobre la muerte. No lo olvidemos, el Señor morirá, pero resucitará. ¿Se puede pedir algo más grande a Dios?
Nos unamos espiritualmente a la procesión, sintamos el gozo de aquellos hombres y mujeres que en los aledaños de los muros de Jerusalén cantaban y vitoreaban: ¡HOSANNA AL HIJO DE DAVID!
Hoy nuestro Cardenal a las 12:00 horas celebrará la Eucaristía, que podemos seguir en Telemadrid.
http://www.telemadrid.es/emision-en-directo/
MISA DE DESPEDIDA PÁRROCO
Hoy, comunicamos con tristeza, a todos los fieles de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis Obispo, que Don Adolfo Lafuente, d...

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